Andalucía, Galicia, Madrid, Valencia, Zaragoza… los casos por corrupción, ya sea por parte de los dos grandes partidos, PP y PSOE, o de los minoritarios, se vuelven cada día más habituales en esta nuestra España de la charanga y la pandereta. Altos y bajos, ricos y pobres, mujeres y hombres, derechas e izquierdas, centralistas e independentistas… la corrupción y la podredumbre triunfan por doquier y sin distinciones de ningún tipo. Como diría un clásico, el dinero es el único poder que no sabe de diferencias. Sabía frase no cabe duda. Eso sí, nada cambia en el Régimen que nos gobierna. Ni el voto del pueblo que aprecia -casi a diario- todas las estafas, ni las leyes y medidas para evitar estos casos (consentidas, evidentemente, por los políticos). El carácter reiterativo, insolente, de tal situación es el hecho más alarmante y digno del mayor desprecio.
¿Qué cuál es nuestra propuesta al respecto? Un cambio de valores totales, de mentalidades y principios, un cambio de Hombres (con mayúscula). Pero también un cambio de leyes y de la justicia en sí. Porque incluso las mejores voluntades e ideas se corrompen si no se siguen con atención. El hombre decente debe de entrar en política, utilizar la escoba, pero también debe de hacer lo imposible para no dejarse sobornar y envilecer. Y para eso ha de trastocar todo el sistema imperante que le rodea, fortalecer la justicia, sus resortes, y evitar todas las fugas y errores de las que hoy somos testigos. De no hacerlo así, de quedarse únicamente en principios y frases rimbombantes, adaptándose a la vez en el sistema y sus miserias, conocemos ya su triste destino.
Presionemos para alcanzar estos cambios cuando nos corresponda y establezcamos más si cabe las diferencias entre ellos y nosotros tanto en la teoría como en la praxis. Solamente así seremos una auténtica alternativa al Régimen establecido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario