No hay nada más cobarde que acabar con la vida de un niño, máxime cuando este ni siquiera ha tenido la oportunidad de ver la luz del sol. Negar, por puro egoísmo de unos padres enfermos de televisión, a una criatura a la que se le ha concedido el extraordinario don de venir a la vida, placeres tan básicos como sentir el olor a salitre del mar, el sabor de un buen arroz a banda, el espectáculo de una cumbre nevada… La inocencia de un bebé indefenso hecho trizas y la desfachatez de tanto hijo de puta que campa a sus anchas nos hace pensar que este mundo no es justo.
Hace no mucho salió un anuncio de coches en el que se decía que los hombres deberíamos nacer ya maduros e ir rejuveneciendo con el tiempo. En este escenario vital el aborto cobraría un nuevo significado, no abortaríamos bebés, sino mangantes, no echaríamos por el retrete a inocentes, sino a corruptos sin escrúpulos. En definitiva, las clínicas abortistas no serían sino instituciones declaradas de utilidad pública. Este es el sentido que en Alfonso X le hemos querido dar a nuestra particular oposición al genocidio de niños españoles, cuya apología o negación no se haya efusivamente perseguida y penada, como sí ocurre en otro caso que todos conocemos.
Asociación Alfonso X
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