sábado, 25 de octubre de 2008

«En el inicio de este tercer milenio, tras el fin del comunismo, el liberalismo del que el Homo americanus ha sido punta de lanza, ya no puede ocultar su verdadero rostro. Ya no puede esconder su faz inhumana tras palabras abstractas como “paz” y “progreso”. Los acontecimientos del histórico 11-S en los Estados Unidos han demostrado que el americanismo, para defender sus valores “democráticos” y su naturaleza financiera predadora, no se avergüenza de recurrir a la tortura, los campos de concentración y la vigilancia informática. Sin embargo, cuando se le compara con el comunismo, el americanismo es capaz de realizar esas prácticas totalitarias de forma mucho más insidiosa, y de forma más fácil de asimilar. Una de las ventajas del comunismo era que permitía a sus incontables víctimas distinguir entre amigo y enemigo. Sin embargo, distinguir al enemigo en la moderna y americanizada España, donde los métodos de decepción y represión han alcanzado el nivel académico, sigue siendo una tarea ardua. A duras penas si existen un puñado de auténticos rebeldes, estudiosos y académicos españoles, capaces de reconocer el carácter más oculto del americanismo y de leer entre líneas. Con su dictadura del bienestar, con su show de promiscuidad y luces brillantes, tan parecido a un carrusel sin fin, el americanismo, incluso si fracasa en su intento de destruir la existencia de lo español está matando su esencia.»

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